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Twitterización de la información política y educación ciudadana. Por la Dra. Ana Lamas

La política y la historia, en mi familia, formaron parte de las conversaciones cotidianas, luego de la lectura de los diarios. Sí, digo los diarios en plural porque se recorrían todas las informaciones y opiniones que eran accesibles, desde fines de los 50, en un pueblo al noroeste de la provincia de Buenos Aires: La Nación, La Vanguardia, El Correo de la Tarde, La Razón, el Diario de Sesiones del Congreso Nacional y Crónicas, un diario local. Así mis padres me introdujeron en la cultura política junto a mis hermanos; un mundo bastante extraño para quienes éramos niños con intereses de niños… sin embargo, con el tiempo pude rescatarlo como parte de la educación ciudadana.

Por cierto, mis padres nunca militaron ni ocuparon cargos políticos, más allá de que tenían inquietudes por la vida de los pueblos de aquí y del mundo. Con principios compartidos por lo que creían y valía la pena luchar eran verdaderos filántropos, divulgadores a través del ejemplo y formadores por convicción. Viven en mi memoria, la importancia de la ley universitaria y el gobierno tripartito, los discursos de Alfredo Palacios, primer diputado por el Partido Socialista, en favor de lo que hoy llamamos equidad social. Ya de adolescente recuerdo cuando mi padre seleccionaba y nos leía del Diario de Sesiones del Congreso– a mí y a mis hermanos-   los alegatos de diputados y senadores en las cámaras, algunos, verdaderas piezas de extraordinario valor político-social.

Muchos años y decisiones gubernamentales han pasado y me pregunto si las familias siguen aquellas tradiciones de educación ciudadana. Es cierto que la presión laboral impide en general encontrarse a dialogar alrededor de una mesa. La velocidad con que las TIC tiñen la vida misma hace que la forma y contenido de los diálogos sean más breves y surfeen sin entrar en las profundidades de la información. La inmediatez posibilita una opinión rápida y de flojos argumentos, al mismo tiempo que convive con nuevas herramientas de formación ciudadana a través de las redes sociales.

 Pero de poco valdrían estas historias de vida si no tuvieran un objetivo que va más allá de la crónica socio- familiar. El relato tiene el propósito de invitar a la reflexión a aquellos que en algún momento tienen la posibilidad de educar o de facilitar la formación ciudadana. No me refiero a historias con mensajes moralizantes o de señalar que “todo tiempo pasado fue mejor” como rezan las Coplas de Jorge Manrique.  Ni siquiera de estar en contra de la comunicación en redes sociales. Se trata de llamar la atención sobre las nuevas relaciones sociales y las nuevas herramientas de formación ciudadana para educar en el conocimiento de la historia política-social- económica y ser crítico con argumentos de peso, más allá de las instituciones educativas.

Hoy me interesa analizar Twitter como instrumento de información y formación política. Es un lugar común que los políticos den a conocer noticias en su cuenta personal antes que se ofrezca una información oficial. Y también es corriente en esa red social, que los “hilos” conversacionales de los temas políticos candentes, en general, no tengan ni los argumentos válidos, ni las fuentes chequeadas, ni las formas, firmes pero amables, que deberían caracterizan el diálogo para la convivencia ciudadana.

La twitterización de la información no es solo vicio de los políticos, también lo es de los profesionales de la información como los periodistas y comunicadores en general que se dedican a la actualidad política. Hoy las controversias con mayor impacto en lo público transcurren en Twitter antes que en los medios tradicionales. Y en ocasiones, las discusiones en 280 caracteres no son las más productivas en términos de mejora social. Para expresarse con la celeridad que impone la red harían falta “ideas claras y distintas” como proponía Descartes. Me refiero a un discurso que, a partir de la racionalidad analítica, imparcial y con memoria histórica pueda comentarse desde la prudencia emocional.

La simplificación y limitación analítica son sintetizados hoy en el “me gusta” o el “no me gusta” que eliminan la valoración argumentada de hechos y no facilitan decisiones justificadas, llegando también a la generación de una nueva cultura, en donde cada uno ligeramente comenta “lo que se le da la gana”; “su verdad” y el que recibe sin educación ciudadana no está preparado para separar lo objetivo de lo imaginario, el hecho de la opinión ideológica.  Se privilegia la reacción inmediata, a veces violenta, agresiva y en ocasiones descalificante o amenazadora.

No obstante, reconozco que si no hubiera sido por las redes digitales no hubiera existido muy probablemente la primavera árabe, ni las diversas convocatorias nacionales en reclamo de derechos, ni muchas otras en las más diversas latitudes del planeta. No es un alegato en contra de nadie y menos aún en contra de la tecnología, sino a favor del buen uso de las redes, en este caso de Twitter.

Enseñar y aprender a analizar textos es la manera de protegernos frente a la twiterización o banalización de la información, sirve para limitar los flujos de información innecesaria y permite administrar el tiempo para dar lugar nuevamente a los relatos que encuentran a familias y amigos en verdaderos diálogos políticos – face to face o por Facebook (u otra)-, muchas veces en disidencia, pero enriquecedores de una propuesta superadora.

Ana María Lamas
Lic. en Ciencias de la Educación (UBA) y Dra. en Filosofía Y Educación con reconocimiento “Cum Laude”. Especialista en Ciencias Sociales y Educación a Distancia.
Docente y directiva en el nivel secundario y universitario. Dictó cursos y seminarios sobre su especialidad en Argentina, América y Europa. Publicó artículos en revistas científicas en el país y en el extranjero.
Escribió libros académicos y de divulgación científica referidos a educación, nuevas tecnologías, juego y trabajo. Emprendió la creación y luego la gestión de una radioeducativa escolar, movida por la percepción del poder educador de los medios de comunicación.
Ha recibido el Premio a la Excelencia Educativa otorgado por la Federación de Cámaras de Comercio del Mercosur. Actualmente es profesora en Maestrías en UCES y Directora de la Lic. en Periodismo de Universidad Maimónides
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