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Fin de año y un viaje al mundo interior. «El arte de ser libre». Por la Dra. Ana Lamas

Está de moda dentro del repertorio vulgar referido a los conflictos, el uso de la palabra “soltar”.  Y me pregunto sobre el significado que se le atribuye, ¿es unívoco para todos? ¿es polisémico de acuerdo con el usuario? Por momentos, “soltar” parece sinónimo de olvidar, en otros, remite a emociones que se quieren evitar y en ocasiones alude a valores que se buscan preservar o practicar. En lo personal, la primera imagen que me aparece es la de un pájaro que luego del encierro en una jaula puede salir del cautiverio (por sus propios medios o con ayuda de terceros) y soltar vuelo. En cualquier caso, logra la libertad y en este sentido aplicando la palabra a la vida humana estaría vinculada a los valores. La palabra “soltar” puede referirse a la liberación de la opresión ajena o también a liberarse de la propia cerrazón que cada uno se fabrica. Con esta última acepción uso “soltar” en este artículo y está relacionada con el dejar o deshacerse de algo que se tiene dentro de sí mismo que no colabora en el bienestar personal. Al finalizar el año, somos propensos a hacer revisiones internas y en ese sentido vale la pena reflexionar, entre otras cuestiones, cuán sueltos o libres estamos, creemos que estamos o sentimos.

En tiempos de cambios veloces, de vida acelerada para alcanzar más cosas o ¿bienestar? ¿se va perdiendo interioridad y se va “conquistando vidriera”[1]? y entonces ¿va disminuyendo la libertad porque generamos cuasi necesidades o necesidades ficticias y vamos ganando así más dependencia externa? No contesto la pregunta haciendo una apología de la austeridad suprema, ni de la pobreza; “las cosas” y la compañía amigable “del otro” se necesitan para una vida digna. Pero ¿cuál es el límite del vínculo con personas y cosas…entre el consumo racional y el consumismo?  En definitiva, ¿en qué momento el hombre convierte sus elecciones de vida en jaula, siendo él mismo, el prisionero? ¿Cómo se construye el arte de ser libre? La respuesta más acertada sería la frase atribuida a Buda No es más (rico o libre) feliz quien más tiene sino quien menos necesita.

La libertad asociada con la palabra “soltar” es un tema recurrente desde hace mucho tiempo en la psicología, en la filosofía y en la vida cotidiana. En efecto, Epícteto en la Grecia Antigua hace alrededor de 2000 años se refirió a la cuestión planteada en su libro El arte de ser libre. Lo que la mayoría recuerda del movimiento que encabezó el griego, denominado estoicismo, es su característica opuesta al deseo, al disfrute de experiencias y de “cosas” y su adherencia al control de las pasiones por contraposición al hedonismo[2]. Vulgarmente, se califica como estoica a la persona que soporta los males del mundo con paciencia y resignación mientras que el hedonista es el que disfruta de todas las “bondades” que el mundo le ofrece. En realidad, lo que quiere significar Epícteto está vinculado con la frase de Buda, para quien la riqueza y el placer no son ni buenas ni malas en sí mismas; tienen un valor relativo en términos de felicidad. El concepto griego equivalente sería “eudaimonía”, etimológicamente buen espíritu que, en definitiva, es bienestar humano en su sentido más universal.  Ser estoico es necesitar pocas cosas para ser feliz o sea, ser libre porque la riqueza para lograr bienestar mora en el interior de cada uno y no en las “cosas” externas que poseemos.

¿Qué nos enseña Epíteto? Que, disciplinando la vida cotidiana, podemos elegir personas y cosas que nos im-portan (porque los portamos dentro de nosotros mismos con respeto, responsabilidad y afecto). Ser puede elegir ser ama de casa, empleado, estudiante o político, pero cada uno desde el rol que porta dentro de las funciones a desempeñar puede elegir soltar las “cosas” que creyó que precisaba o encerrarse en su jaula para acopiar “cosas” superfluas. Y como reza el título de una película de 1974 y su tema musical de Jean Claude Borelly “la mortaja no tiene bolsillo”, la riqueza material es pasajera y no la podemos llevar a la otra vida.  

 En definitiva, se trata de no oponer estoicismo y hedonismo – resignación vs. disfrute- como si fueran antinomias, no se trata de poner afuera nuestras propias debilidades como víctimas, fabricando nuestra propia cárcel; se trata de ser protagonistas de nuestra propia existencia, darnos cuenta de nuestras jaulas, hacernos cargo y actuar en consecuencia… para soltar y construir el arte de ser libres.


[1] Vidriera se usa metafóricamente, aludiendo a la cualidad humana elegida, que consiste en vivir para mostrar lo que se tiene antes que vivir para “ser con otros” en términos filosóficos.

[2] Hedonismo: corriente filosófica de la Grecia Antigua en la cual la búsqueda de placer relacionada con los sentidos constituye la meta esencial de la felicidad. En términos vulgares se lo ha identificado con la cultura del goce desmedido o del encanto del exceso.

Ana María Lamas
Lic. en Ciencias de la Educación (UBA) y Dra. en Filosofía Y Educación con reconocimiento “Cum Laude”. Especialista en Ciencias Sociales y Educación a Distancia.
Docente y directiva en el nivel secundario y universitario. Dictó cursos y seminarios sobre su especialidad en Argentina, América y Europa. Publicó artículos en revistas científicas en el país y en el extranjero.
Escribió libros académicos y de divulgación científica referidos a educación, nuevas tecnologías, juego y trabajo. Emprendió la creación y luego la gestión de una radioeducativa escolar, movida por la percepción del poder educador de los medios de comunicación.
Ha recibido el Premio a la Excelencia Educativa otorgado por la Federación de Cámaras de Comercio del Mercosur. Actualmente es profesora en Maestrías en UCES y Directora de la Lic. en Periodismo de Universidad Maimónides

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